Nadie pudo imaginar que un día La Chingada Vieja se enamoraría. Porque
siempre había estado sola, porque nadie la miraba cuando caminaba,
porque le cerraban la puerta en las narices, porque la sentían venir y
se persignaban, pero sobre todo, porque de la muerte nadie se enamora.
Pero El Hombre sin Nombre ha aparecido en su vida y no se piensa ir.
Solo la confusión de un pueblo justiciero y el deseo de cuatro hombres
por llegar al cielo podrán cambiar los planes de estos dos seres en los
que han resurgido los más puros sentimientos de los que aun están vivos
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